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“Creyendo Otra Vez”

Giovanni_FLN_18   “Creyendo otra Vez” 

Escrito Por Giovanni E. Romero

Para “Generacion Fuerte”

¿Alguna vez se han preguntado què pasò con aquellos sueños infantiles de que harìamos lo imposible? ¿Por què serà que dejamos de correr hacia metas altìsimas y dejamos de imaginarnos haciendo proezas heroicas? ¿Cuàndo comenzamos a ver solo la realidad que nos rodea y las grandes metas se volvieron solo un esfuerzo por sobrevivir?  

Este dìa quiero hablarles de un tema que he titulado “Creyendo otra vez”.

En el libro de Marcos 9:23 “Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible”.  

Me recuerdo cuando era niño, que al juntarnos con mis amigos, nos peleabamos por quien de todos serìa el Hombre Araña, o quièn serìa Hulk, o Super man. Generalmente si alguno de nosotros tenìa la dicha de tener una camisa de nuestro super heroe favorito nos garantizaba que podìamos jugar entonces ese papel. Màs de una pelea tuvo lugar cuando alguien se atreviò a decir que nosotros no eramos los super herores que creiamos ser.

Pretendiamos tener el poder para mover pesados objetos, y aprendiamos todos los gestos y movimientos del hombre nuclear, o de Hi-man. Durante esos años de niñez, aunque no podiamos ni levantar objetos livianos que nos mandaban nuestros padres a mover, nos habìamos creìdo que lograrìamos crecer para ser alguien especial.   A lo mejor tu mismo has visto fotografias de años atràs en donde tu pecho resaltaba para dejar ver a todos la imagen de los Thunder Cats en ella. Pero hoy, en medio de las sonrisas que nos causan, nos preguntamos “¿en què estarìamos pensando cuando hacìamos eso?” ¿Què era lo que nos hacìa soñar con lo imposible? ¿Era acaso ingenuidad o fe?   Cuando ibamos creciendo soñabamos con ser los màs fuertes, los mejores, pero esos sueños han dado lugar a una vida de mediocridad y simpleza. Dejamos de creer que habìamos nacido para algo màs grande que nosotros mismos y ahora nos sentimos fracazados. Cuando mirabamos al soldado, al policìa, al bombero, al conductor del enorme camiòn o al piloto de aviòn nos prometimos algun dìa ser como ellos.  

Yo recuerdo que aùn en la escuela primaria cuando me preguntaban què querìa ser cuando creciera, decìa que un astronauta. Por años me fascinaban los cielos estrellados y soñaba que algun dìa me iria en una nave espacial. Aùn recientemente, estuve una noche frente al mar viendo un cielo lleno de estrellas y còmo èstas se desprendìan en precipitada caìda a algùn lugar. Pero cuando les comentaba a mis amigos que serìa un astronauta, se reìan sin parar, ya se imaginaràn ustedes, seguro les ha pasodo tambièn.   Cuando niños, èramos libres de soñar y hablar de lo que serìamos. Sin embargo, al ir creciendo, los niños empiezan su descenso al mundo real, al mundo que les roba las ambiciones y la esperanza de alcanzar sus metas.

Entre màs crecemos, menos libre somos, menos creemos en nosotros mismos y màs dudamos de Dios. Nos vamos, poco a poco convenciendo de que la vida de esperanzas solo conduce a desilusiones. Nos damos cuenta que no importa cuàntas cajas del cereal donde aparece nuestro atleta favorito nos comamos, pues, de todos modos, no llegaremos a ser como ella o èl; que no importa si las niñas se ponen los accesorios de la mujer maravilla, ya que jamàs podràn pelear la agresiòn de sus padres y eventualmente de sus esposos.  

Deborah, una oyente de 16 años, me comentò còmo anhelaba el dìa en que se iria a dormir y despertarìa teniendo un sentido de propòsito y metas en su aburrida vida. Sarah, una jòven de 28 años, dice que creciendo soñaba con ser como las chicas de las telenovelas, enamorarse y casarce con un hombre amoroso y lleno de romanticismo, hace unos meses se divorciò y dice haber perdido toda esperanza de amar otra vez. Pedro, un adolescente, me comenta que no se pierde los capìtulos de un programa televisivo acerca de una familia que a èl le parece perfecta. Soñaba que algùn dìa su padre vendrìa a casa con flores para su madre y èl y sus hermanos saltarìan a sus brazos, pero los golpes de su padre y abuso verbal estàn asfixiando esos sueños.   Cuando nuestros sueños de chicos llegan a su fin, tambièn perdemos el propòsito de vivir. La vida se puede volver una jornada a ningùn lugar. Cuando dejamos de soñar con hacer la diferencia en la vida de otros dedicandonos a labores sociales, como aquellos super hèrores, tambièn dejamos de creer que Dios nos ha traìdo a este mundo con el plan de bendecir a otros con nuestro esfuerzo y talento. Eso tambièn termina con nuestro llamado a servir. El dejar de creer y la pèrdida de la esperanza, termina con nuestra fe de que sea posible establecer una relaciòn con un Ser Supremo que no hemos visto.  

¿Por què hemos dejado de soñar como si fuera algo que ha pasado de moda?  

Fueron los hombres y mujeres de Dios quienes en realidad fueron verdaderos super hèroes. No fue Tarzàn el primer capaz de hablar con los animales. No fue la chica de la telenovela la que salvò su naciòn de la muerte, fue Esther, fue David, quien primero matò a un oso, a un leòn y a uno mucho màs grande que èl con sus manos. Fue Daniel quien primero sobreviviò el fuego ardiente, fue Caleb el que realizò una verdadera historia de espeonaje. La primera historia de amor y sacrificio no fue la de una actris famosa, fue la de una madre que traerìa a un Hijo al mundo a morir por los pecados de todos. Ese es el mismo Dios nuestro, el que puso en el corazòn de un solo hombre, Nehemias, la reconstrucciòn de los muros de Jerusalen. Fue Dios, a travèz de Gedeòn, y tan solo 300 hombres màs que se enfrentarìan a un numeroso ejèrcito y trinfuarìan.  

¿A què te està inspirando Dios en este momento?  

Dios ha sido el màs grande director de escenas heroicas de todos los tiempos. Cada historia nos recuerda que sin obstaculos no hay hazaña, sin batallas no hay trinfadores, sin peleas no hay victoriosos. ¿Por què hemos de dejar que otro humano sea quien escriba el guiòn de nuestra historia? ¿Por què has de jugar el papel de una historia aburrida escrita por gente aburrida? Todo el dinero del mundo, todos los mejores templos, todas las agrupaciones musicales cristianas, todos los màs elocuentes predicadores, todos los programas sociales màs exitosos no pueden hacer nada para hacerte soñar como antes, solo tu fe en Dios puede convencerte que lo que esperas vendrà, que lo que no ves de verdad existe.  

Ninguno de nosotros creciò deseando ser un ejecutivo en un lujoso edificio, ninguno dijo querer ser como el hombre haragàn que se pasaba los dìas sentado leyendo el periòdico sin hacer nada. Todos nosotros hemos crecido anhelando ser super agentes de cambio que ayudan a otros, que cambian vidas, que se sacrifican por otros. Hoy en dìa la ùnica fuente de historias heroicas es el cine, es allì a donde todo aquel que quiere ser inspirado acude, porque perdimos el compàs que nos orienta hacia la verdadera fuente de vida e inspiraciòn, la Biblia.   Dejemos ya de pensar en nosotros como vìctimas, de pensar en lo dèbil que somos, olvidemos ya nuestros temores a fracazar, dejemos de un lado la disconfianza en Dios, abracemos el reto, corramos hacia Dios, digamosle que estamos dispuestos al reto, ¡que comience ya!  

Es tiempo de escuchar la historia de la jòven, que en medio de los peores abusos en su niñez, se ha levantado y es ahora ejemplo a miles. Es tiempo de escuchar del jòven huerfano que, aùn creciendo en necesidad, es hoy un ejemplo en su comunidad; de aquel que habiendo sido alcohòlico, es ahora un profesional y vive para su familia; de la joven o joven, que por toda una vida ha batallado por la atracciòn a los de su mismo gènero pero que con valentìa ha peleado y lucha dìa a dìa por serle fiel a Dios. Deseamos escuchar las historias de jòvenes que han decidido no conformarse a las normas sociales imperantes, pero sì al plan de Dios para sus vidas. Hay problemas el dìa que decidimos que hemos llegado ya a nuestro destino y a penas comenzamos a vivir.  

Hay problemas cuando empezamos a armar nuestra casa de campaña creyendo que hemos ya subido suficiente. Hay problemas cuando hemos dejado de creer.   Comencemos a creer nuevamente.  

Oremos.  

 Sed fortalecidos en Dios y en el poder de Su Palabra.

 

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